martes, 14 de diciembre de 2010

Lo posible y lo probable.. y tal vez, tal vez...


Tal vez nació un caluroso día de octubre, bajo el regente de escorpión. De ese signo y del sol inclemente obtuvo su temperamento impetuoso, su carácter explosivo y la gran intensidad de sus emociones. Ahora tiene 15 años, quiere ir a la universidad y también le gustaría ir por el mundo a conocer palabras de otros idiomas. No sabe qué hacer con su vida, pues aún no decide si soñar e imaginar o irse por el camino seguro.
A Tal vez le gustaría pedir consejo a sus padres posible y probable, sin embargo, le resulta muy difícil tomar partido por uno o por el otro, ya que ellos son muy diferentes. De hecho, él mismo no entiende cómo ellos pueden convivir. Posible y probable, cada uno por su parte, quisieron darle el mejor consejo de vida para su pequeño.

miércoles, 24 de noviembre de 2010

Contradicciones complementarias


Según Dante las cosas o las substancias inteligentes pueden adquirir un sentido corporal; tal es el caso del amor, que en sus discursos puede oír o pensar. En este marco la incertidumbre adquiere la habilidad de pensar, sentir y enseñar que podemos estar en un filo frente al abismo y que lo que antes se consideró como malo, puede ahora ser considerado como bueno en su matriz de posibilidades, pues lo apodíctico es altamente cuestionable.
Las sociedades cambian constantemente y, en vez de ser esto algo contraproducente, es un avance. No existen fronteras, el futuro “ha dejado de ser un imán y se desvanece la visión del tiempo…”. Eso es precisamente la incertidumbre, una poesía que ofrece variaciones sin cesar dentro de la unidad. El futuro es lo que no se sabe, lo que da pie a la imaginación.
Se considera la apertura a las probabilidades, al azar, a las diferentes percepciones del mundo y al humor, como aportes fundamentales. Esto en razón de que se otorga una capacidad de intuir que todo es impredecible y que, desde el nacimiento de la incertidumbre, hay riesgos, peligros y una ambigüedad de la que se goza, pero también establece la responsabilidad como consecuencia directa del don de la libertad.
Se puede contar una melodía y hacer ópera de una historia, como puede suceder al revés. De una nota musical, puede nacer un cuento. La ambigüedad es un gozo. Como dice Octavio Paz, el canto se vuelve cuento y el cuento canto.
¿Quién diría que cuando la vida parece no tener sentido, se puede concebir como una liberación? El sentirse sin saber a dónde dirigirse es un remanente de la incertidumbre. La realidad es entonces inaprehensible, y es al mismo tiempo una danza que nos despoja de ataduras, ya que nada se margina, ya que los finales no son necesarios.
La infinitud representa un espacio vacío, una ecuación de uno entre cero, una medida vasta que se alarga tanto como se desee, una eternidad. Esa es una característica básica de la incertidumbre, que sólo puede proponerse ella misma, que a su vez se entiende como una nada.
Ella -la incertidumbre- es quien descubre lo múltiple, ya que la pluralidad, lo incierto y lo abierto son la base de toda reflexión. Ella podría ser un familiar cercano de lo posible, pues se invita al debate entre la aporía y la razón, entre la anulación del pensamiento racional y la imaginación simbólica.
La incertidumbre es entonces omnisciente. Irrumpe en la conciencia, en los sistemas morales. Ejerce un eje de valoración de lo epistemológico, de los principios de la física cuántica, pues atisbar en los hechos del mundo implica cambiar la esencia misma de lo examinado, y lo que se cuestiona adquiere validez.
El mismo criterio se aplica a la fe, que se valida en la medida en que se duda ya que el que cree es quien investiga y pregunta. La fe, en consecuencia, es uno de los retoños de la incertidumbre pues permite el juicio, las contradicciones y el amor por lo desconocido. De la misma manera, con la tradición moderna se repara en la ruptura, pues la tradición se perpetúa en la medida en la que se niega. También, con la poesía vemos la vivificación de la modernidad con su negación.
En la modernidad se advierte la incertidumbre, en razón de que el rasgo distintivo de ésta, es la crítica de la religión, la filosofía, la moral, el derecho la historia, la economía y la política. La utopía, los proyectos que se vislumbran como irrealizables son su sello. Así se comprende que los huecos que se abren son riesgos y peligros de la negación de lo racional.
Por otra parte, la esperanza es parte de la incertidumbre La poesía es la salida entre la revolución y la religión. Ella es la otra voz porque canta las pasiones, no tiene fechas, es tuyo y de nadie al mismo tiempo, es entusiasmo y melancolía.
Me siento una nómada apátrida pero entiendo que eso no es una condición negativa, ya que la incertidumbre me permite invertir ese sentimiento en un viaje. La travesía a Ítaca es una posibilidad que puede no llegar a ningún punto, pero es una oportunidad de emprender un camino de ambigüedades, de nuevos esquemas, percepciones y de valoraciones.

lunes, 15 de noviembre de 2010

Vida Aérea (Parte 3) El desenlace

Imagen extraída de http://rafablasco.wordpress.com/
Chupar sangre se convirtió en el néctar de su vitalidad. Mientras bailaba desnuda en una de las múltiples bacanales nocturnas, comenzó a sentirlo. Nadie le dio lección alguna sobre ese delicioso líquido rojo, sin embargo ella supo de inmediato que le gustaría en exceso.

Fly se acercó a ella y se quitó sus lentes oscuros. Su necesidad de copular y de ser el machote del grupo lo hacían comportarse como un mal imitador de Elvis Presley. No obstante Asquita estaba fascinada por sus patas, su espalda y sobretodo, sus conocimientos del mundo.

Volaron por un trago de alcohol; ella para ocultar los nervios, él porque su cuerpo ya no podía vivir sin esa sustancia. El homo sapiens encendió un cigarrillo sin saber que estaba compartiendo su placer con cientos de seres vivos. Asquita nadaba en los vicios como una vieja en el asunto, disfrutaba a plenitud de lo que se le ofrecía.

martes, 9 de noviembre de 2010

Vida Aérea (Parte 2)


Asquita se creía “la creadora del cha cha chá” al saberse dueña de un destino incierto. A pesar de eso, en vez de asustarse no pretendía volver atrás. Sus hermanas le gritaron que se bajara del homo sapiens, le rogaban que diera un solo saltito; ella hacía como que no las escuchaba, era mejor eso que tratar de decir un discurso que nadie entendería por el sonido de las cornetas de los autos, los tubos de escape de las motocicletas y los alaridos del que vendía tostones y café con azúcar. Sus alitas temblaban, un poco de emoción y otro poco por la bruma que caía sobre ella.

Nadie, nadie de su familia había podido dejar Campo Rico ¿Lo habían intentado? Sí, desde luego. La historia de Achí es famosa, todos la conocen. De generación en generación cuentan que el hermano de uno de los trastatarabuelos de Asquita tenía aires de grandeza. Una noche se elevó demasiado alto para irse y subir de escalafón social, pero un perro se lo había tragado de un solo bocado. Se dice que el macho se había convertido en inmortal dentro del hocico de la bestia y que a veces se le veía deambular por el barrio durante las noches húmedas.

jueves, 4 de noviembre de 2010

Vida aérea (Parte 1)


Desde que nació sabía que su muerte estaba a la vuelta a la esquina. Le daba vergüenza decir su procedencia, pero una vez se le escapó la verdad: viene de un pocito de agua que se me acumuló en el basurero que queda al pie del barrio Campo Rico, ubicado en la Zona Metropolitana de Caracas.
Vino al mundo en una balsa junto a doscientos seres vivos más. Los recién nacidos pasaron dos días uno junto al otro, sólo esperando el momento oportuno para separarse porque cada uno debía luchar por su existencia desde el minuto en que su madre decidió dejarlos “a la voluntad de Dios”.
Creció más rápido de lo que esperaba, aprendió a nadar como todo un profesional en un instante. Estaba convencido de que la genética había hecho su trabajo, ya que nadie le había enseñado como desenvolverse en el agua para buscar alimento a los 200 que estaban en el charco.
Era un infante, requería de oxígeno así que se las ingenió para estirar su boca todo lo que pudo y hacer una batalla para durar otro día en el planeta tierra. A veces tenía que forcejear con sus semejantes. En una ocasión tuvo que apoyarse de un macho y dejarlo en el subsuelo para su propio beneficio, pero así era todo en Campo Rico. El espacio no era lo suficientemente grande para la población.
A la semana de subsistencia notó que algo había cambiado en ella; era su piel, la estaba mudando una y otra vez, esto le ocurrió cuatro veces hasta obtener la metamorfosis que su evolución ameritaba: se había convertido en toda una pupa.
En quince días era una adolescente. Ella quería ser adulta, como todo el que pasa por ese proceso, pero luego añoraría esos tiempos como los más felices de su vida. Todo aquel que pasa por esa etapa sabe lo que se siente. No es un momento de inactividad, pero no se quiere ser molestado. Se llamó así misma Asquita porque había escuchado durante su sueño a alguien decir Asquito y, dado que era niña, Asquita le caía perfectamente como vestido hecho a la medida.
Una mañana se hizo una reunión en Campo Rico. Sería la primera y única vez que Asquita recordara haber visto a su mamá. Ella se mostraba fría, como si no tuviera afecto hacia ninguno de ellos. Se le pasó por la mente que nunca había planificado la concepción de semejante nicho ecológico, de ahí el haberlos dejado abandonados.
Se agruparon para ver lo que su madre tenía que decirles. Alguien levantó la mano y preguntó: ¿Qué somos? Ella calmadamente respondió: Perteneces a la familia de los Culícidos. ¿Culícidos? Suena a…
Se formó una algarabía, nadie entendía que era ser un Culícido. La madre los cayó e intervino: Se los voy a decir claro y raspado. Ustedes son unos mosquitos y sus días, como el mío, están contados. Abrió sus dos alas y se fue, esa fue toda la explicación.
Unos dieron pequeñas vueltas en círculo -las hubieran dado más grandes pero el espacio no lo permitía-, otros lloraron sin entender lo que eso quería decir. Un grupo se reunió y comenzó a orar. Asquita simplemente se sentó en un rincón, no confiaba en la inteligencia de ninguno de sus hermanos, sólo tenía en la mente que su madre había usado su cuerpo para desplazarse por los aires. Eso haría ella cuando fuera grande.
“Cuando fuera grande” llegó justo al día siguiente. Comenzó a sentir en su cuerpo la necesidad de sacudirse con fuerza y de tanto tirar salió del pocito. Eso mismo les pasó a los demás. Asquita estaba cansada, el sol le pegaba directamente en su cuerpo, se quedó dormida.
No sabe cuánto tiempo pasó desde que cerrara los ojos. Cuando se incorporó, se percató de que estaba seca y aún no había muerto. Reflexionó sobre sí misma: era una adulta, era una adulta díptera y viviría su corto viaje por el mundo sin reparos.
Asquita observó su entorno. Ahora podía respirar a su antojo, había comenzado a odiar el pocito nauseabundo denominado hogar. Alzó la vista para deleitarse con un cielo azul y unas nubes blancas, no blancas no, se estaban tornando grises.
Mientras Asquita miraba hacia arriba, se quedó extasiada al ver cómo caía agua. Era realmente extraño ver chorros de este compuesto cayendo al suelo. De repente escuchó un grito. Un macho de los Culícidos había muerto mojado. Quiso llorar pero no pudo, lo que sentía era puro miedo.
Los mosquitos se separaron. Unos usaron el mismísimo momento para aprender a volar, los que no pudieron corrieron a abrigarse de la lluvia. Asquita estaba estupefacta.
Sintió que también sería su fin, sin embargo no le tocaba ese día. Un ser enorme de color rosado pasó a su izquierda y por instinto ella saltó hasta la pierna velluda de ese animal. Se alejó de los demás y para siempre. Su destino sería totalmente distinto. Adiós Campo Rico.



Continuará…

Fotografía obtenida en el siguiente enlace: http://fanjacc.wordpress.com/2007/08/

miércoles, 3 de noviembre de 2010

La fea de mi hermana



Tiene cara de boba. Desde hace tres días está sobradísima. Alexandra posee todas las características que podría necesitar una mujer para ser considerada un culito: mide un metro ochenta, tiene la piel color canela por las constantes idas a La Guaira, cuenta con una nariz perfilada que –aunque diga que no- parece hecha por cirugía plástica, ojos color verde rana, pestañas largas, cabello dorado, senos y pompas paradas.

Sé que todas estas características suenan a halagos, pero Alexandra es realmente fea. Bueno, al menos yo la veo así; su cara es demasiado pequeña para su cuerpo, a veces la he visto virar un ojo, tiene pelitos en los dedos de los pies, –no se los van a ver porque se los afeita- sus colmillos no son del todo derechos, tiene el pelo un poco deshidratado por la falta de sol, su trasero tiene un huequito de celulitis que se le ve cuando se tuerce y las uñas de las manos le crecen hacia abajo. ¿Lo ven?, ¡es horrorosa!

martes, 2 de noviembre de 2010

Ombligo sucio

Se sacó un taco enorme de mugre del ombligo. Era marrón oscuro y viscoso, quién sabe cuánto tiempo tuvo que pasar para que se alojara en el hoyo que una vez sirviera para comunicarse con su madre desde el vientre. Jamás se lo había limpiado, ni siquiera se le había ocurrido mirar ese punto lleno de pliegues que divide al cuerpo en dos.
Se lo aseó porque vio en la televisión nacional a un niño hablando del tema en una caricatura. Fue ahí cuando echó un vistazo y vio su maruto marrón oscuro de sucio. Ahora, después de 35 años le parecía que veía un espectáculo asqueroso; no pensaba lo mismo cuando tenía 19 y usaba camisetas transparentes.
El ombligo debería cerrarse por completo una vez que cortan el cordón umbilical, pensó. Para qué dejarle al descubierto si trae tanto polvo. Sólo sirve para exhibirlo u ocultarlo -si es de esos que están totalmente afuera- pese a esto, esa gente no tiene que preocuparse de tenerlo desaseado, el agua que corre de la ducha debe bastar para tenerlo reluciente.
Filipo decidió levantarse de su cama para darle punto final al desastre que había en ese inoportuno lugar. Estaba totalmente desnudo, no le importaba que su habitación estuviese repleta de ventanas panorámicas. Ya se había acostumbrado a que los vecinos del otro edificio fisgonearan a placer: la esposa del señor Roberto que casualmente se la pasaba sacudiendo el polvo de sus cortinas floreadas y decoloradas por el sol; Anita, la lora que silbaba cada vez que lo veía con su intimidad al descubierto y Pancracio, un muchacho que había sufrido de meningitis cuando tenía seis años y que desde entonces tenía la mente un poco más lenta que el resto, o quizás tan rápida que no sabía qué hacer con ella. El chico dejaba su voyerismo sólo para ir al baño, comer, ver los tres chiflados y dormir. La mamá de Pancracio se solía apenar al principio cuando encontraba a su hijo mirando lujurioso a Filipo pero luego le dejó de importar, quien le manda a andar en bolas por su casa y no taparse con cortinas como lo hace todo el mundo.
Mientras se dirigía al baño notó que sus partes estaban mojadas ¿Se habrá orinado? No, el contenido no era urea sino otra cosa que también sale del mismo lugar. Por un momento lo golpeó el recuerdo de Valentina. Él no podía asimilar que su novia desde hace 15 años lo hubiera dejado así no más, sin dar vuelta atrás. Hizo caso omiso al ramo de girasoles que le envió, a los mariachis que le llevó a las tres de la mañana, a los correos electrónicos inundados de odas a su belleza sin igual y las lágrimas que corrían por sus mejillas cada vez que él iba a verla a la salida de su trabajo. A ella le supo a rábanos que él hubiera comprado ese apartamento para los dos. La única explicación que le dio a su rompimiento fue: “no quiero ser cachifa de nadie”.
No quiere ser cachifa de nadie. Eso no era lo que pensaba cuando tiraban en los moteles y ella le decía que era de su propiedad, que con ella podía hacer lo que le diera la gana.
A pesar de que era de día encendió la luz del baño. No era porque no veía sino porque había perdido la noción del tiempo. Se vio en el espejo y casi no reconoció lo que éste reflejaba. Tenía un gran grano a punto de explotar en la frente. A eso se debía el dolor de cabeza, a eso y a la botella de anís que se había empujado en la madrugada. Decidió dejarse la espinilla un poco más a ver en qué se podía convertir; si la mala racha le seguía acompañando, entonces ese grano se le convertiría en furúnculo o en algún adefesio que tendrían que sacar de emergencia los doctores como quien saca una apéndice a punto de convertirse en peritonitis. Pensar en eso lo divirtió un poco, esta vez le podría ganar una al seguro que siempre paga pero nunca usa.
Abrió el gabinete del baño en búsqueda de algo para limpiarse el bendito ombligo. Le pareció que lo más correcto sería utilizar un algodón. Estaba un poco viejo, pero cumpliría su propósito.
Filipo se sentó en su reino, así llamaba a su retrete. Quería matar dos pájaros de un tiro: cagar y quitarse la mugre de encima. En esencia era lo mismo, iba a expulsar desperdicios de su cuerpo. Comenzó con el primer propósito pero, por un momento, olvidó hacer lo segundo. Defecar era su mayor placer, aún más que el sexo. Valentina no podía entender eso, quizás por su “condición” de mujer.
Cuando culminó su acto preferido recordó que su ombligo seguía en las mismas condiciones de insalubridad de siempre. Valentina nunca le mencionó nada acerca del tema. Es posible que ella tampoco se lo limpie, aunque rebobinando la cinta de la vida realmente ella nunca le dio un besito ahí. Cuántas cosas no se callaría la condenada.
Todavía sentado en la letrina, tomó el algodón y lo introdujo en el foco de la infección. Le dio vueltas y salió el exceso de inmundicia. Observó con orgullo lo que había recogido su instrumento, por alguna razón desconocida le daba morbo ver la escena.
Le echó un vistazo al objeto de estudio: el efecto no era el deseado. Todavía había un fuerte exceso de grasa seca en su ombligo.
Se miró los pies y se dio cuenta de que estaban negros. El color no se debía a su pigmentación sino al resultado de pasar más de tres semanas sin bañarse. Se olió las axilas, apestaba igual que un mendigo. Debió meterse en la ducha para sacarse lo que tenía acumulado en su piel pero le dio flojera. Se levantó de la taza y se paró frente al lavamanos.
Abrió la llave y procedió a lavarse el ombligo como un pato. El agua que alcanzaba llegar al blanco era poca, además no estaba empleando el jabón como ayuda. Se metió la uña de su dedo índice para hurgar en la zona afectada, pero sintió una puntada que le hizo retirar el dedo del lugar. Por un momento sintió miedo de que se le descociera su ombligo y pudiera ver sus entrañas.
Decidió salir del baño y dejar el asunto tal y como estaba, no obstante no podía quitarse la idea de la cabeza. Comenzaba a imaginar como toda esa porquería se estaba colando hasta su sistema digestivo para causar un colapso irreparable.
Filipo volvió a entrar al sanitario. Abrió otro gabinete en búsqueda de algo que fuese efectivo para el lavado y consiguió un cepillo lleno de cabellos rojos. Eran los de Valentina. Se acercó el cepillo a su nariz para oler la esencia de su ex novia, olía un poco a vainilla y otro tanto a madera húmeda. Ella decía que odiaba su cabello pero era hermoso aún cuando no se lo secaba. Recordó su risa, sus brazos llenos de pecas, su cuello largo y los bulticos que tenía a los lados de la cintura. Toda ella era hermosa.
Le provocó llamarla, saber cómo estaba, rogarle que volvieran. Cogió el cepillo y salió apresuradamente a la sala a buscar el teléfono. Sacudió el sofá, revisó entre los papeles que había en la mesa y en la biblioteca pero no veía el móvil por ninguna parte. A quien sí vio fue a Pancracio, quien lo observaba con una sonrisa nada inocente.
La búsqueda le dio sed. Abrió la nevera para buscar agua y allí estaba el teléfono. Ciertamente ahora recordaba que lo había puesto ahí porque había leído que los móviles se descargaban menos con el frío.
Se sabía el número de Valentina de memoria. Repicó varias veces, esperaba su dulce voz; lo que recibió fue la tosca voz de un tipo: Mira mamaguevo, si vuelves a llamar a mi jeva te juro que se me olvida que andas lloriqueando y voy a tu casa a reventarte a pingazos… Colgó sin más.
“Mi jeva”. Sí, había dicho mi jeva. Valentina ya lo había reemplazado como quien cambia de licuadora dañada. Increíble, se pasó por el trasero los planes de matrimonio, la idea de envejecer como los abuelos de Julio que todavía se toman de las manos y de tener una bebita llamada Esperanza.
La rabia se le fue subiendo a la cabeza, se puso rojo como un pimentón y se fue directamente al baño a terminar de una vez con la causa por la que se había levantado de su cama. Abrió nuevamente el gabinete, cogió un hisopo y comenzó a limpiar su ombligo con fuerza, el cual se puso tan rojo como su rostro enardecido.
Todavía quedaban rastros de sucio. Se le ocurrió aflojar el resto con crema de afeitar y continuó restregando hasta que escuchó un sonido seco: ¡Pon! Salió un pedazo oscuro de mugre que terminó por destapar el resto de la maleza que tenía adentro.
Mientras salía del fondo algo que parecía moho, Filipo lloraba y gritaba de dolor por su cuerpo y por su alma moribunda. Se frotó con tanta fuerza que le salió un poco de sangre. Pese a todo el resultado era satisfactorio, el ombligo estaba impecable y él finalmente lloró a Valentina como debió haberlo hecho el día en que ella decidió acabar con la relación mientras comía helado de chocolate.
El ombligo le ardía sobremanera, su pecho también. Ya había comenzado a oscurecer. Filipo apagó la luz del baño, volvió a la habitación y se acostó de lado viendo hacia la ventana, inhalando y exhalando con rapidez, tratando de calmar su llanto.
De repente, una luz comenzó a iluminar sus partes. Era la esposa de Roberto que lo husmeaba con su linterna. Le provocó agarrarse el miembro y hacer algo bien llamativo con éste para espantar a la vieja fisgona; lo detuvo la miraba fija de Pancracio y el silbido de Rosita la lora.
Se dio vuelta y sus nalgas redondas quedaron a la vista de todos. Él ya no miraba nadie, se quedó solo con su infierno mientras una lucecita le alumbraba la espalda, Pancracio reía y Rosita gritaba: ¡Eeeesooo!

lunes, 25 de octubre de 2010

Mi primera vez en el grupo de apoyo


Hola buenos días, ¿me puedo sentar aquí?, ay gracias. ¿Puedo hablar de primera? Es para que se me quite este susto que cargo aquí adentro.
La mujer suspira y queda un silencio incómodo por unos segundos- Esto lo voy a soltar de una porque si no es así, no lo digo: Soy Amor y soy adicta a mi piel…Uy, salió más rápido de lo que creía.
Realmente no me llamo Amor pero siempre uso ese seudónimo cuando no quiero decir mi nombre real; como aquella vez que le pedí presupuesto a un amigo fotógrafo que no me quería revelar cuánto estaba cobrando por hacer una boda eclesiástica.
Odio hacer bodas y más las eclesiásticas. Sí, todas son distintas, bien lindas que son. Mentira, son todas iguales. La dichosa niña llora cuando se pone el vestido, su mamá mucho más porque ya no es la bebé de la casa y el papá se esconde en los rincones mientras pone cara de que no le importa lo que está pasando. La novia camina hacia el altar, todos toman fotos con sus cámaras –incluyendo las de los celulares, todo eso se atraviesa y entorpece el proceso del fotógrafo-. El cura dice orgulloso:
-¡Puede besar a la novia!
Tan lindos los novios, que bello bailan el vals, se ven tan enamorados. A brindar porque no se separen en dos años por culpa de la ex novia que no entendió el significado de la frase: hasta que la muerte los separen.
Luego el bendito ramo.
-¡Es mío! Ay le cayó a Mireya, ojalá que consiga novio al menos.
Perdónme si me salgo de tema, pero estoy súper nerviosa. A ver, sigo…Cargo con esta adicción desde que tengo 16 años. Todo comenzó cuando me afeité las piernas un día que me invitaron a la playa unos amigos del colegio. Quizás la culpa fue de la nueva rasuradora con tres hojillas y no de mis emociones mal administradas.
Ahora que estamos en esto de las confesiones no voy a mentir: Soy bien enrollada. Y mejor, porque si tuviera la mente macheril de cualquiera de mis diez hermanos varones sería súper llana y me contentaría con ver películas como transformers, X-men o a lo mejor estuviera casada con uno de esos “venegorditos” que hay por la calle.

viernes, 22 de octubre de 2010

Felicia no es más Felicia


Felicia no es más Felicia, se convirtió en Angustia. Angustia de nuevo, será que eso es lo que le gusta más. Su vida es como un frasco bonito para regalar que se llena de bombones de colores, pero al final sabes que le falta el lazo; y que sin éste, el regalo no es completo.
A angustia le palpita el corazón otra vez, tenía tiempo sin sentir un remolino en el medio del alma. Se da cuenta de que no debe contaminarse del humo de la inseguridad, a pesar de eso, lo malo le atrae. El aire limpio le sonríe y le dice que no lo ensucie, sin embargo la pulcritud del ambiente no es suficiente.
Felicia no es más Felicia, se convirtió en Angustia. Angustia sabe que al frasco no le hace falta el lazo, está al tanto de que el aire es mejor limpio que lleno de humo, no obstante aquel hilo que está atado a su pie y que no termina hasta el fondo de los infiernos la llama…le pide que vaya y que termine de llenar de contaminación el planeta.
El humo no la busca, ella busca al humo. Felicia desde el fondo grita para que Angustia la deje salir, quiere que el hilo se rompa para que las dos no sean arrastradas a la mazmorra.

jueves, 21 de octubre de 2010

Espartaco


Foto tomada en el 2008. Texto escrito el 29 de septiembre de 2010

Tiene una verdad que quieren acallar,
de su garganta salió lo indecible pero sus palabras no fueron melodías.

Tiene la voz secuestrada,
su humanidad ha sido amarrada,
siente que su alma se seca y se marchita como trigales al descuido.

Tiene una imperiosa necesidad de diferenciarse.
No quiere simplemente mimetizarse con su entorno;
cada día sus venas, su sangre y sus articulaciones
se convierten en hilos en trigo por donde pasan los insectos.

Tiene los ojos cerrados.
Lo han humillado hasta dejarlo de rodillas
pero él conseguirá la valentía desde sus entrañas para continuar.

Tiene las entrañas amarillas
pero lucha todos los días contra su captor.
Su lucha no es a golpes, su batalla se trata de resistencia pacífica
porque sabe y ha visto que puede vivir sin barreras ni mordazas.


Hay más fotos de esta serie en http://1111producciones.blogspot.com/2009/01/amordazado.html

¿Quién Soy?





Mi nombre es Evelyn Belisa Marín Fornez y habito dentro de un cuerpo femenino con 26 años de envejecimiento.
Nací en Anzoátegui, pero no me siento oriental. Tampoco me siento caraqueña, así que digamos que soy “de por ahí”.
Mis hermanos y yo podríamos conformar un equipo de fútbol: somos seis, yo soy la menor y la única hembra. No me molestaría ser la goleadora estrella, la defensa se la dejo a cualquiera de los demás.
Estudié en un colegio de varones. Este contacto constante y a veces fastidioso con el sexo masculino me hizo analizarlos, entenderlos, odiarlos, manejarlos y al final: amarlos.
Después de terminar la secundaria, estuve un año con nuestros amigos los “gringos” aprendiendo inglés y sus costumbres. Me traje un buen inglés y amigos que todavía aprecio. Por cierto, gracias a Dios que existe el Facebook; sin éste no podría mantener ese contacto.
Soy egresada de la UCAB. En la casa de los jesuitas obtuve el mi licenciatura en Comunicación Social, mención Artes Audiovisuales. Luego crucé el charco y estudié fotografía en Madrid, España durante un año.
A veces pienso qué hubiera sido de mí si hubiera seguido los pasos de mi papá y me hubiera convertido en médico. Viniendo a tierra, actualmente trabajo como guionista de televisión. Estar sentada ocho horas de mi día junto a mi compañera de trabajo me hacen pensar o que las dos estamos bastante locas o que soy un ser normal en este planeta con bastante agua, pero a la vez con escasez de la misma.
En mi tiempo libre hago autorretratos fotográficos. Allí expreso cómo me siento, me obligo a crear piezas nuevas y me recuerdo que estoy viva.
Aunque a simple vista no lo parezca, estoy casada. Vivimos arrimados hasta que nuestros amados obreros se dignen a terminar las obras de remodelación del apartamento que compramos recientemente.
Jamás me levanto antes de las siete de la mañana, todos los días me como una arepa, no puedo salir de mi casa sin bañarme, no uso medias sucias, me río sólo cuando algo me da risa, soy el psicoanalista de mis amigos, le tengo terror a que me roben y no tengo blackberry (así que no, no tengo pin).
Observadora, cariñosa, sincera, rebelde, sentimental, emocional, compleja, un poco egoísta, espero que creativa y “un poco rara” –según dicen- esto es lo que lo que soy en 400 palabras.