martes, 9 de noviembre de 2010

Vida Aérea (Parte 2)


Asquita se creía “la creadora del cha cha chá” al saberse dueña de un destino incierto. A pesar de eso, en vez de asustarse no pretendía volver atrás. Sus hermanas le gritaron que se bajara del homo sapiens, le rogaban que diera un solo saltito; ella hacía como que no las escuchaba, era mejor eso que tratar de decir un discurso que nadie entendería por el sonido de las cornetas de los autos, los tubos de escape de las motocicletas y los alaridos del que vendía tostones y café con azúcar. Sus alitas temblaban, un poco de emoción y otro poco por la bruma que caía sobre ella.

Nadie, nadie de su familia había podido dejar Campo Rico ¿Lo habían intentado? Sí, desde luego. La historia de Achí es famosa, todos la conocen. De generación en generación cuentan que el hermano de uno de los trastatarabuelos de Asquita tenía aires de grandeza. Una noche se elevó demasiado alto para irse y subir de escalafón social, pero un perro se lo había tragado de un solo bocado. Se dice que el macho se había convertido en inmortal dentro del hocico de la bestia y que a veces se le veía deambular por el barrio durante las noches húmedas.