lunes, 15 de noviembre de 2010

Vida Aérea (Parte 3) El desenlace

Imagen extraída de http://rafablasco.wordpress.com/
Chupar sangre se convirtió en el néctar de su vitalidad. Mientras bailaba desnuda en una de las múltiples bacanales nocturnas, comenzó a sentirlo. Nadie le dio lección alguna sobre ese delicioso líquido rojo, sin embargo ella supo de inmediato que le gustaría en exceso.

Fly se acercó a ella y se quitó sus lentes oscuros. Su necesidad de copular y de ser el machote del grupo lo hacían comportarse como un mal imitador de Elvis Presley. No obstante Asquita estaba fascinada por sus patas, su espalda y sobretodo, sus conocimientos del mundo.

Volaron por un trago de alcohol; ella para ocultar los nervios, él porque su cuerpo ya no podía vivir sin esa sustancia. El homo sapiens encendió un cigarrillo sin saber que estaba compartiendo su placer con cientos de seres vivos. Asquita nadaba en los vicios como una vieja en el asunto, disfrutaba a plenitud de lo que se le ofrecía.

Tras una fuerte inhalada de humo, Fly rompió el largo silencio que había entre los dos.
- ¿Sabías que las mujeres son hematofílicas?
- ¿Cómo? ¿Qué es eso?
- A ver Asquita, cómo te explico…. ¿Te excita la sangre?
Asquita se sonrojó, había sido descubierta. Fly entró dentro de su “casa” sin tocar la puerta, se inmiscuyó en su vida sin ser invitado. Él tenía razón, ella quería ver la sangre correr, necesitaba olerla y tenerla dentro de su cuerpo.
- No, no es así. Nosotras no somos eso que tú dices –se defendió Asquita.
Fly soltó una risotada. Reía mientras ella sufría una efervescencia rabiosa.
- ¡¿De qué te ríes? ¿Tengo cara de humano o qué?!
- Es que me causa gracia que niegues algo que es verdad para todas las mujeres. Mi “lof”, todas son igualitas.
La atrajo hacia sí.
- Y ese es parte de su encanto. Comen sangre y a la vez son madres…
- ¿Ustedes los hombres no pican a los humanos?
- No…Eso es trabajo de chicas.
El macho besó a la hembra. Se entrelazaron para convertirse en uno solo y perpetuar la especie. Formaron una llave: Él depositó justo lo necesario para que dentro de ella comenzara el proceso de gestación. Normalmente esto ocurre una sola vez, pero ellos quisieron estar absolutamente seguros de que el trabajo estuviera completado. Siguieron intentándolo toda la noche.
Asquita comenzó a sentir una fuerza y una energía interna que equivalían a 5 Asquitas del pasado. Mientras Fly se quedaba dormido, ella se levantaba y buscaba a Humano para absorberlo. Ella tenía sed, mucha sed. En reiteradas ocasiones lo buscó con deseo, se posó sobre él, le clavó su punzón, le quitó su sangre hasta sentirse llena, le dejó una anestesia momentánea para que éste no la agrediera y se fue satisfecha a acostarse junto a su pareja para esperar a que se levantara y seguir compartiendo fluidos.
Sangre y sexo eran una mezcla seductora. Sangre, sexo, música y alcohol eran la combinación ideal.
Acto consumado. El ciclo gonotrófico se estaba cumpliendo a cabalidad dentro del cuerpo de la mosquita. El “para siempre” de Asquita y Fly duró tres días; luego él se fue con Penélope, una hembra más joven.
Asquita se quedó por su cuenta con un lote de huevos a cuestas. Lloraba al ver a Fly reír con su nueva adquisición, quería arrancarle la cabeza pero la naturaleza había decido que ese fuera su destino: nacer, crecer y reproducirse para luego morir con el legado de la descendencia.
Fue hasta el borde de un vaso de vodka que se había quedado en la sala. Asquita se paró sobre el filo vidrioso dispuesta a acabar con todo. Su vida no era lo que quería, era más bien como esa sustancia transparente, que parece agua pero si la observas bien puede matarte. Qué habría sido de su vida si se hubiera quedado en Campo Rico; no habría sido prometedora, pero esto tampoco lo era, había pasado su existencia junto a desconocidos que no la apreciaban.
Estaba lista para saltar, abrió las alas y estaba dispuesta a entregarse a la gravedad cuando algo comenzó a moverse dentro de sí, tenía decenas de hijos esperando ser larvas. Decidió no suicidarse.
Revoloteó buscando un charco, no obstante no consiguió nada. Miró a un rincón y vio como otra mosquita daba a luz en la oscuridad, ahí fue cuando se percató que a falta de agua, buenas son las esquinitas.
Asquita hizo lo propio y tiró su balsa. Quiso esperar a ver en qué paraba el asunto, tenía ansias de ver si alguno de sus hijos se parecía a ella o al ingrato de Fly. Estuvo un rato de pie, junto a su cría. Al cabo de una hora se aburrió de estar sin hacer nada y se fue a hacer lo que mejor sabía hacer: succionar.
El timbre del recinto sonó. Hombre se levantó de la cama con dificultad, abrió la puerta y entró otro espécimen para picar; se trataba de una hembra de esa especie un poco más blanca, más caliente y con mejor oxígeno que el que la sacó de la pobreza para insertarla en la superficialidad y la lujuria.
Fue la primera en saborear la sangre del huésped y en transferirle la infección que todos tenían en el lugar. La mujer soltó la cartera en el piso al ver a Hombre, quien tenía los ojos hundidos, estaba pálido y sudaba copiosamente. Le tocó la frente, lo revisó y se lo llevó casi al instante del departamento:
- ¡Mírate ese brote, estás hirviendo, tú debes tener dengue!
Los mosquitos se alborotaron. Si eso era cierto, pronto todos serían exterminados.
A Asquita ya nada le importaba, no le interesaba la vida de esa familia, los suyos seguían en Campo Rico. No tenía nada que temer, sus signos vitales pronto dejarían de funcionar. Sin Hombre y sin Fly, sin música y con pocas reservas de alcohol, Asquita no tenía nada que hacer en el recinto. Salió por la ventana a pasar sol y luna al aire libre.
Había olvidado los niños riendo, las flores y el paisaje que la enamoraron cuando llegó al lugar. Todo seguía allí, todo era igual; todo era igual y ella era desigual. Tuvo tiempo de reconciliarse con el hábitat. Ya no picó más, dejó de sentir el impulso del amor.
Al transcurrir una semana volvió al apartamento y vio a sus pupas transformándose en adultas. Se paró frente a ellas y al fin entendió las palabras de su madre mientras ahora salían de su mismísima boca: Ustedes son unos mosquitos y sus días, como los míos, están contados.

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